Tereo, Procne y Filomena. Un triángulo amoroso abocado a la tragedia

Con motivo de la reciente celebración del día internacional contra la violencia de género, les traigo uno de los mitos más sorprendentes de la Antigüedad clásica relacionado con este tema.

La trágica historia de dos hermanas, Procne y Filomela, hijas de Pandión, rey de Atenas, comienza cuando Procne, es entregada por su padre a Tereo, rey de Tracia, con quien se casa por una razón de Estado y de cuya unión nace su hijo Itys. Hasta aquí parece una historia corriente, como muchas otras, pero todo cambia cuando Tereo se enamora perdidamente de su cuñada Filomela.

Filomela y Procne (Philomena and Procne). Óleo sobre lienzo de Elizabeth Jane Gardner

Así comienza uno de los mitos más atroces de la Antigüedad clásica, reproducido por poetas y artistas de todas las épocas, aunque fue Ovidio el que en sus Metamorfosis (Libro VI) le dio la forma con la que se ha transmitido a las literaturas modernas.

Ovidio narra cómo nace y aumenta la pasión de Tereo («nada hay que, cautivado por ese desenfrenado amor, / no osara, y no abarca las llamas su pecho en él encerradas»), hasta tal punto de que, no pudiendo contener sus instintos sexuales, la encierra en un establo oscuro y la viola sin ningún arrepentimiento:

«a unos establos altos arrastra, oscuros de sus espesuras, vetustas, / y allí, palideciente y temblorosa y todo temiendo, / y ya con lágrimas dónde esté su hermana preguntando, / la encerró y confesando la abominación, y virgen ella y una sola, / por la fuerza la somete, en vano llamando unas veces a su padre, / otras a la hermana suya, a los grandes divinos sobre todas las cosas. / Ella tiembla, como una cordera asustada que, herida, de la boca / de un cano lobo se ha sacudido, y todavía a sí misma a salvo no se cree, / o como una paloma, humedecidas de su propia sangre sus plumas, / se horroriza todavía y tiene miedo de esas ávidas uñas con las que la cogieron. / Luego, cuando en sí volvió, desgarrando sus sueltos cabellos, / a la que una muerte plañe semejante, heridos a su golpe sus brazos, / tendiéndole las palmas: “Oh por tus siniestros hechos bárbaro, / oh cruel”, dijo, “ni a ti los encargos de un padre / con sus lágrimas piadosas te han conmovido, ni tu cuidado de mi hermana, / ni mi virginidad, ni las matrimoniales leyes. / Todo lo has turbado: rival yo hecha he sido de mi hermana, / tú, doble esposo. Como enemigo yo hubiera debido tal castigo.» (vv. 521-538)

Ante las amenazas de Filomela de contar lo que ha sucedido, aumenta la ira de Tereo, que, enfurecido, le corta la lengua con unas tenazas:

«de su vaina libera la espada, / y arrebatándola por el pelo y doblados tras su espalda los brazos, / a padecer cadenas la obligó; su garganta Filomela aprestaba, / y esperanza de su muerte al ver la espada había concebido. / Él, ésa que estaba indignada y por su nombre al padre sin cesar llamaba / y luchaba por hablar, cogiéndosela con una tenazas, su lengua, / se la arrancó con su espada fiera. La raíz riela última de su lengua. / Ésta en sí, yace, y a la tierra negra, temblando, murmura, / y, como saltar suele la cola de una mutilada culebra, / palpita, y muriendo de su dueña las plantas busca.» (vv. 551-560)

Tereo hace creer a su esposa que su hermana está muerta. Mientras tanto, Filomela, encerrada y rodeada por el horrible silencio, no puede contar a nadie lo ocurrido, pero su dolor despierta en ella la astucia y el ingenio: con la ayuda de una esclava, le hace llegar a su hermana una tela bordada donde narra lo ocurrido.

Procne, durante la noche y aprovechando los desordenes de los festivales de Baco, sale en busca de su hermana y la rescata. Y juntas traman una terrible venganza contra Tereo:

Dan muerte a Itys, el hijo de ambos, y le sirven a Tereo su carne durante un banquete.

Cuando éste quiere ver a su hijo, Filomela, llena de gozo, le enseña la cabeza del pobre niño. Entonces Tereo, trastornado por el dolor, empieza a llorar: »y sus engullidas entrañas, arde, ya llora, y a sí mismo se llama pira desgraciada de su nacido».

Banquete de Tereo. Rubens, Óleo sobre lienzo. Museo del Prado.

El dramatismo y la violencia definen claramente esta escena en la que Rubens recoge la parte final -y la más brutal- de la historia de Tereo. La escena se desarrolla en su palacio, por lo que aparecen unas arquitecturas al fondo y una puerta abierta con un sirviente fisgando el suceso. Sin embargo, las figuras protagonistas están en primer plano, sugiriendo que estamos ante un relieve clásico donde la luz sirve para realzar el sentimiento trágico de la escena. Los gestos y las expresiones aumentan el dramatismo, por lo que se asemeja a una representación teatral.

Cuando Tereo, espada en mano, trata de matarlas, se produce entonces una triple metamorfosis: los tres se transforman en aves. Filomela se transforma en ruiseñor y se marcha a los bosques, Procne en golondrina y con las plumas marcadas de sangre se dirige hacia los tejados, y Tereo se transforma en abubilla.

El simbolismo de las aves podría entenderse de la siguiente manera:

El ruiseñor, que se oculta entre los arbustos y malezas, designa a Filomela, encerrada para que no revele el acto depravado que le ha infringido su cuñado. Es un pájaro con un canto muy melodioso, pero, al mismo tiempo, lleno de tristeza.

La golondrina en la que se ha transformado Procne es un ave que frecuenta los tejados de las casas, señalando su inquietud al buscar en vano a su hermana.

La abubillaun ave aficionada al estiércol, designa las costumbres impuras de Tereo; su vuelo pesado significa que no puede detener a las dos hermanas.

Es, sin duda, un claro ejemplo donde la violencia de género desencadena toda una tragedia, al más puro estilo griego.

Referencias

Rodríguez, A. M. M. (2006). Violencia y paisaje en la literatura latina: notas sobre el papel del paisaje en la historia ovidiana de Progne y Filomela. In Pasajes y paisajes: espacios de vida, espacios de cultura (pp. 29-52). Servicio de Publicaciones.

Rodríguez, A. M. M. (2001). El virtuosismo extemporáneo de Ovidio y la descripción del sufrimiento en el episodio de Procne y Filomena en la Metamorfosis. Cuadernos de filología clásica: Estudios latinos, (20), 103-126.

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