Ecos clásicos en la poesía de Aurora Luque

La poeta almeriense Aurora Luque, nuevo Premio de Poesía Loewe

Aurora Luque (Almería, 1962), filóloga clásica y una de las voces más representativas de la poesía española actual, ha sido premiada y reconocida en múltiples ocasiones.

Su obra, de manera recurrente, plantea la reescritura y desmitificación de la percepción de la mujer y del hombre en los temas clásicos, desde una perspectiva culturalista, desmitificadora e irónica, como puede apreciarse en «Gel», una de sus composiciones más logradas, que había aparecido en su colección Carpe noctem (1994) y que la autora vuelve a incluir en Carpe amorem (2007, 80):

Preparo la toalla. Me descalzo. Esa esponja

porosa y amarilla que compré en un mercado

obsceno de turistas en la isla de Hydra

qué dócil bajo el agua cotidiana

tantos meses después, en el exilio.

De pronto el gel recuerda –su claridad lechosa,

su consistencia exacta– el esperma del mito,

el cuerpo primitivo y trastornado de Urano,

un susurro de olas mar adentro

y una diosa que aparta

los restos de otra espuma de sus hombros.

Me punza una emoción tan anacrónica,

un penoso latir, hondo y absurdo,

por ese mar. Por ese sólo mar. Busco una dosis

de mares sucedáneos.

Cómo podría desintoxicarme.

Dependo de por vida

de una droga. De Grecia.

En otro de sus poemas, «Definición de abrazo», publicado en Transitoria (1997) y reeditado en Carpe amorem (2007, 114), observamos palabras que nos remiten a un nuevo Ulises, a una nueva Penélope, cuyo discurso se remonta por encima de los tiempos y alude a un amor revestido de un suave y elegante erotismo, en el que los vientos dejan de ser elementos de un infausto destino para convertirse en pasión que no ha de temerse, pasión que convierte al amante, a su vez, en el viento de muchos nombres:

No temerás los odres destapados de Eolo.

Los vientos se entrecruzan tras los mares,

viajan en las borrascas, pulsan olas turgentes,

despeinan deportistas y palmeras.

Los abrazos son vientos concentrados y sabios

–mi noto tú mi céfiro mi bóreas.

No temerás las calles arrasadas,

los bosques descuajados, los altos oleajes.

No temerás los odres destapados de Eolo.

Aurora Luque establece un estrecho diálogo intertextual con la tradición mediterránea, para acercarse a temas de eterna actualidad (la conciencia del paso del tiempo, la inexorabilidad de la muerte …) y, en particular, para reivindicar el cuerpo femenino desde una voz de mujer que no duda en reclamar un renovado  hedonismo epicúreo.

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Definitivamente, Luque se detiene en lo femenino y se recrea en romper estereotipos de género, como podemos apreciar en la imagen de la Bacante triste, cuya danza ya no se asemeja a una loca carrera por los bosques, sino a un suave vaivén, dulce y melancólico:

El día ya no clava sus flechas arrogantes.

Los bosques se embriagan de nocturna belleza.

Es la hora que turban con danzas las Bacantes

en una extenuación que alarga ritmos lánguidos.

Sus cabellos revueltos lloran sangre de viñas,

como alas de los vientos son sus vívidos pies.

La rosa de su carne, sus contornos elásticos,

han poblado la fronda de animadas sonrisas.

La más joven evoca con su canto estertores:

de tanto amor se adensa su garganta en sollozos.

Muy distinta es en todo a las demás: es pálida.

En su frente hay tormenta y amargura de olas.

El vino que retiene el sol de las vendimias

no le concede el don del generoso olvido.

A medias ebria, es triste su ebriedad sin embargo.

guirnaldas de hojas negras ciñen su frente pálida.

Hay en ella un hastío de los júbilos falsos.

Un presentir de frías, durísimas mañanas

corrompe los ardores, la miel de las caricias,

y, en medio de las rosas de los festines, sueña.

Le llega la memoria de besos que se olvidan.

No habrá de conocer sin tormento el deseo

la que mira sin tregua agonizar las flores

melancólica, al fondo de las noches de orgía.

Estos y otros poemas son un ejemplo de tradición o recepción clásica, en la que se produce un nuevo diálogo entre la voz de los hombres y de las mujeres, mediante la relectura de mitos, de prototipos y de temas antiguos, según la reescritura a la que éstos se han visto sometidos, y que, sin duda, pueden aportar nueva luz sobre lo que se ha dado en llamar literatura de género.

Referencias

Aurora LUQUE (2007), Carpe amorem, Sevilla, Renacimiento.

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