Antropólogos estudian el origen y la evolución de los cuentos populares

Un equipo de científicos busca trazar la génesis y la evolución de los cuentos populares para aportar una nueva luz a los movimientos de población humana

Principio del cuento de Pulgarcito donde se muestra lo pequeño que era cuando nació. CORDON PRESS.

“No erréis, que ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los robadores heredarán el reino de Dios”, advierte San Pablo en una de las traducciones de la Biblia más empleadas por los cristianos hablantes del español, la Reina-Valera, con una primera revisión en 1602. En otras versiones, el “no erréis” se convierte en “no os engañéis”. O “los que se echan con varones” se transforma en “los homosexuales”.

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Ilustración de Leonard Leslie Brooke (1862 – 1940) para una edición de la versión inglesa del cuento: Tom Thumb. Foto: Wikipedia.

Buscando estas diferencias y comparando las distintas biblias, es posible rastrear su origen geográfico e incluso el momento de su publicación. Lo mismo ocurre con nuestro ADN. El libro de instrucciones que tenemos en cada una de nuestras células es un texto lleno de disparidades y erratas, cuyo origen se puede averiguar comparando el ADN de miles de individuos, aunque no dispongamos del ADN de la persona en la que surgió un determinado error hace 5.000 años.

Los antropólogos Eugenio Bortolini y Jamie Tehrani han tenido una idea: combinar el análisis de textos antiguos y el análisis de genomas para investigar el origen y la transmisión de los cuentos más populares a lo largo de los milenios. Los científicos han elegido unas 600 fábulas clásicas de magia y animales —presentes en Europa, Asia y África— y han observado el ADN de las poblaciones que las transmiten de generación en generación. La correlación entre los cuentos en común y las relaciones genéticas entre las diferentes comunidades sugiere que la mayor parte de las fábulas viajaron lejos de sus raíces gracias al intercambio de ideas entre diferentes culturas, sin implicar grandes migraciones de poblaciones. Fue un “boca a boca” continental, moldeado por barreras lingüísticas y sociales, según los investigadores.

En distancias cortas, de menos de 4.000 kilómetros, los cuentos sí han viajado, sin embargo, con los propios pueblos, en movimientos migratorios. Bortolini, un antropólogo italiano adscrito hasta hace poco a la Institución Milá y Fontanals del CSIC en Barcelona, pone el ejemplo de Pulgarcito. En la historia original, una pareja de campesinos sin hijos desea tener uno, y pide en voz alta que quieren tener un hijo «sin importar cómo sea de pequeño». Siete meses más tarde la mujer tiene un bebé que «no es más grande que un pulgar», y por ello deciden llamarle Pulgarcito. La segunda historia, con el nombre de Los viajes de Pulgarcitonarra las aventuras del pequeño protagonista, en esta ocasión hijo de un viejo sastre. Ambas narraciones se combinan en inglés con el nombre de Tom Thumb.

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The Birth of Tom Thumb, illustration from Our Nurses Picture Book, engraved by Kronheim and Co., 1869, a painting by Horace Petherick.

La fábula no es de los Hermanos Grimm, como mucha gente piensa, sino que es una historia ancestral que se remonta a las leyendas artúricas.. El estudio de las diferentes versiones de Pulgarcito y el análisis del ADN de sus narradores sitúan su origen en el norte de Asia y Mongolia. “Es posible que este cuento iniciara su viaje en el norte de Asia, diseminándose hacia Europa y el resto de Eurasia y África”, explica Bortolini, hoy en la Universidad de Bolonia.

El antropólogo señala una aparente paradoja. En algunas comunidades, Pulgarcito está presente. Pero en la tribu de al lado, no. “Hay que investigar qué contenidos o qué sesgos de contexto podrían haber impedido que determinadas poblaciones adoptaran Pulgarcito en la era predigital”, apunta Bortolini.

Ese es el quid de la cuestión. Jamie Tehrani, de la Universidad de Durham (Reino Unido), cree que los cuentos de hadas, más que cualquier otro relato, contienen las fantasías y los miedos compartidos por una sociedad. Identificar qué elementos de una fábula evolucionan y cuáles se mantienen inmutables generación tras generación puede servir para responder a dos preguntas: quiénes fuimos y quiénes somos.

Los autores admiten que su estudio, recién publicado en la revista científica PNAS, es solo un primer paso. Tehrani y Bortolini han utilizado el catálogo universal de tipos narrativos Aarne-Thompson-Uther, una clasificación de cuentos de hadas publicada por primera vez en 1910 y completada desde entonces. La obra, iniciada por el folclorista finlandés Antti Aarne, no ofrece una cronología clara de las fábulas, “así que no se pueden sacar muchas conclusiones sobre la historia evolutiva individual de cada una”, según reconoce Bortolini.

Su análisis, no obstante, sí permite ver tendencias. Los investigadores han detectado cuatro grandes núcleos irradiadores de cuentos de hadas, en Europa oriental, en el Cáucaso, en África occidental y en el norte de Asia, donde en algún momento de la historia el temor a perder un hijo se transformó en Pulgarcito. «Es importante entender las profundas conexiones históricas entre nuestras diferentes culturas, sobre todo en este momento, cuando están surgiendo fuertes corrientes políticas que nos alejan del internacionalismo y nos dirigen hacia un nacionalismo más pueblerino», reflexiona Tehrani.

De manera paralela, un grupo de antropólogos ha tratado de remontarse a los orígenes del cuento de «Caperucita Roja«, uno de los más antiguos y populares, apoyándose en un modelo matemático utilizado por los biólogos para estudiar la evolución de las especies.

De esta forma pudieron cerrar un viejo debate que demuestra que «Caperucita Roja» tenía los mismos orígenes que un famoso cuento alemán, «El lobo y los siete cabritos«, pero que luego se había convertido en una historia diferente. Reconstruir la evolución de un cuento es «hacer el trabajo de un biólogo que muestra, por ejemplo, que los humanos y los grandes simios compartían un ancestro común pero evolucionaron para ser especies distintas», explica el antropólogo británico Jamie Tehrani, de la Universidad de Durham, en Reino Unido. Su estudio, publicado en la revista científica estadounidense PLOS ONE, vuelve a trazar la génesis y la evolución en el tiempo y lugares de los cuentos y creencias populares para aportar una nueva luz a los movimientos de población en la historia humana. Este estudio revela que «El lobo y los siete cabritos» se remonta probablemente al primer siglo de la era cristiana y que dio origen mil años después a una variante convertida en «Caperucita Roja«.

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Ilustración de Carl Offterdinger (1829 – 1889). Foto: Wikipedia.

Según el método estadístico, «El lobo y los siete cabritos«, popular en Europa y Medio Oriente, es la historia de un lobo que se disfraza de «madre cabrita» para devorar a sus pequeños. En «Caperucita Roja«, el lobo se come a la pequeña niña tras haber adquirido la apariencia de su abuela. «Caperucita Roja» figura entre las obras, muy famosas en Alemania, de los hermanos Grimm publicadas en el siglo XIX. Esta versión se basa en la escrita en el siglo XVII por el francés Charles Perrault, a su vez inspirada en un cuento más antiguo transmitido en la tradición oral en Francia y Austria. Existen, además, numerosas variantes en África y en Asia. Para encontrar los orígenes del cuento, Jamie Tehrani sometió a 58 variantes a un análisis filogenético, un método estadístico utilizado por los biólogos para la clasificación de seres vivos que permite establecer el grado de parentesco entre las especies y comprender su evolución. El análisis se concentra en 72 posibles escenarios en función de los protagonistas, como el lobo, el ogro, el tigre, u otras criaturas y las astucias utilizadas para engañar a las víctimas, así como la suerte de éstas. Este estudio permitió desmentir una teoría expandida que afirmaba que la versión más antigua de «Caperucita Roja» nació en la tradición oral china antes de expandirse en Occidente a través de la ruta de la seda. «Mi investigación muestra lo contrario, que la versión china se deriva de las tradiciones orales europeas», afirma el investigador. «Los chinos en realidad mezclaron la caperucita roja, el lobo y los siete cabritos con cuentos del folclore local para crear una nueva versión híbrida», explicó.

 

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