Este año se cumplen 200 años de la publicación de la novela que generó uno de los grandes mitos de la modernidad.
Frankenstein o el Moderno Prometeo hundió sus principales raíces tanto en el espíritu del Romanticismo como en la biografía particular de su autora. En una época en la que se sublimaban las emociones y la subjetividad, Mary Shelley proyectó en esta novela parte de su joven pero intensa y dramática vida, así como algunas de sus preocupaciones. Pero fueron muchas otras las fuentes culturales de esta obra, como la alusión mitológica de su título que hacía referencia al titán griego que posibilitó el origen del ser humano. Otra determinante influencia consistió en la tradición de la novela gótica y su intención de emocionar a través de lo grotesco y lo terrorífico. Por su parte, la filosofía dominante en el momento interpretaba la naturaleza como un gran organismo dominado por fuerzas irracionales que podían ser percibidas desde la intuición y la estética. Mientras, la ciencia emergente, deudora de la alquimia, introducía espectaculares avances sobre vitalismo, bioelectricidad o creación de la vida.

Primera ilustración de Frankenstein, aparecida en un grabado en la cubierta interior de la edición de 1831 de Standard Novels.
El nacimiento de este relato fue objeto de varias ediciones, entre las que destacaron la primera, anónima, de 1818 y la de 1831 firmada por su autora y con una justificación tanto artística como científica. Los atónitos lectores empezaban su lectura, en formato epistolar, con la acomodada y feliz infancia de Víctor Frankenstein. Su vida transcurría entre la devoción que sentía por su familia, la pasión hacia su amada y su profundo interés por la historia natural. En una segunda parte se narraba el proceso de formación del científico, su obsesivo anhelo por dominar a la muerte y la creación de su criatura. Esta, inmediatamente rechazada, comenzaba dolorosamente a desarrollar su propio aprendizaje y ciclo vital. A partir de ese momento, toda la dicha del protagonista se tornaba en drama y tragedia. Se sucedían entonces los momentos lúgubres y de terror, abundaban el sufrimiento, la venganza y la muerte. Todo se debía tanto al ser artificial como a la total incapacidad de su hacedor para asumir las consecuencias de sus actos.

Colin Clive en el papel del Dr. Henry Frankenstein, en una imagen publicitaria para Frankenstein, de James Whale, 1931.
Esta narración ha sido interpretada desde incontables disciplinas, épocas y perspectivas. Desde la historia se ha explicado, dado el momento en el que surgió, como una representación tanto de la fracasada Revolución Francesa como de la nueva Revolución Industrial. La psicología ha visto en este relato un símbolo de la personalidad, los traumas y las preocupaciones de su autora. Desde la filosofía se ha tratado a Frankenstein como representación de las tensiones que pudieran surgir entre ciencia y ética. Diferentes medios estéticos han utilizado sus personajes, tramas y temas como inspiración de muy diversas obras de arte. En relación con todo ello, a esta novela también se la ha considerado creadora del género de ciencia ficción. En éste se partía de los conocimientos científicos como inspiración con el fin de cuestionar y especular sobre sus posibles repercusiones. Problemática que ha llegado hasta la actualidad en los complejos debates sobre ingeniería genética, informática o mejoramiento de la humanidad.
Los mejores libros son los que trascienden a una época. Y esta lo hace con creces.
Un abrazo
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Cierto. Gracias.
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Reblogueó esto en LETO.
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