Pablo Campos Calvo-Sotelo, catedrático de Arquitectura en la Universidad CEU, académico de la Real Academia de Doctores de España, Doctor en Arquitectura y Doctor en Educación, explica -en entrevista para ABC– que el aprendizaje tradicional, aquel en que un alumno solo aprende en un aula X de 9.00 a 10.00 horas con el profesor correspondiente, está llamado a desaparecer. «Esta dimensión cerrada espacio-temporal se está disolviendo», confirma.
El aula del futuro no está relacionada solo con la tecnología o con novedosas metodologías de aprendizaje, sino con las propuestas arquitectónicas donde cambia la concepción de espacio y tiempo, y se favorece la continuidad del aprendizaje en cualquier momento y lugar del Centro educativo: un pasillo, un hall, el patio …
Desde esta perspectiva, Pablo Campos señala que los límites físicos tienden a desaparecer, tal y como queda patente en los proyectos que se presentan en los Congresos escolares y universitarios más innovadores del mundo. «El aula cerrada ya no tiene sentido; es decir, el aislamiento de la actividad docente en una habitación rectangular llena de pupitres fijos ante una pizarra. La tendencia es la transparencia visual, disponer de aulas de cristal, e, incluso, sin paredes, y aprovechar cualquier espacio del Centro escolar o Universidad para crear el ambiente propicio para aprender».

Las aulas con planos transparentes facilitan la proyección de la actividad docente al exterior. En la imagen, aula de la Universidad de Stanford (EE.UU.) | Foto ABC
Puntualiza que es algo muy habitual en Instituciones educativas internacionales, como en la Universidad de Stanford (EE.UU.), «que tiene las aulas más modernas del mundo, que son abiertas e invaden el pasillo y permiten que la persona que pasa por allí, si le atrae el tema que abordan, se quede escuchando. Es lo que llaman “inmersión casual” porque consideran que el conocimiento impregna, es vivo y no tiene nada que ocultar».
Las escuelas y Universidades innovadoras –en Finlandia, Holanda, Estados Unidos…, también en España, como es el caso, entre otros, de los colegios Jesuitas de Cataluña– tienden a crear estos espacios y utilizan la percepción psicológica de cómo influye la forma y el color en el estado de ánimo de los alumnos para diseñar una clase. Según el profesor Campos, los estudios psicológicos confirman que, ante determinados colores, los estudiantes encuentran mayor bienestar porque su mente reacciona de manera más placentera y, por tanto, sienten mayor atracción por lo que hacen.
Las aulas rígidas con pupitres atornillados al suelo, en su opinión, no tienen sentido, porque solo permiten una cosa: la lección magistral. «Un profesor con alumnos pasivos, ya no motiva el aprendizaje».
Asegura que frente a esta realidad están las aulas flexibles en las que el docente puede dedicar 20 minutos a un asunto y, al zanjarlo, mover la posición de las mesas, sillas y alumnos para emprender otra actividad de la misma asignatura. «Ese cambio es muy rentable desde el punto de vista del aprendizaje, puesto que con un solo gesto se atrae en gran medida de nuevo la atención».
Fuente ABC.
Las clases que recuerdo con más cariño son las que un viejo profesor nos impartía en el patio. Ese día nadie faltaba a «clase» ¡Qué tiempos! Ojalá tú y los que piensen igual puedan promover estos cambios.
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Reblogueó esto en Realidad Virtual.
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Cualquier innovación, por pequeña que sea, atrapa la atención del alumno mejor que cualquier otra cosa. Yo también apuesto por los espacios abiertos y las aulas flexibles.
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