El mito del licántropo, como motivo literario, hunde sus raíces en la Antigüedad grecorromana, pues, a pesar de que existen leyendas anteriores (como la Epopeya de Gilgamesh, 2500 a.C.), los textos clásicos, desde Hesíodo hasta san Agustín, desarrollan un relato complejo en torno a la existencia de licántropos, aun con versiones muy contradictorias entre sí. Pero si algo tienen en común es designar a Licaón como el primer hombre lobo de la historia.

En algunas fuentes, Licaón aparece como el rey civilizador de Arcadia, fundador de la ciudad de Licosura y de los juegos en honor a Zeus Liceo, palabras ambas relacionadas con la denominación del lobo en griego (lykos). Tras sacrificar a un niño en el altar de Zeus, Licaón pone a prueba la divinidad del dios ofreciéndole un banquete de carne humana, por lo que resulta metamorfoseado en lobo como castigo.

Otros relatos presentan al rey como padre de 50 hijos que, por haber sido partícipes del engaño, fueron también convertidos en lobos. En otras versiones, el dios es un forastero que pide hospitalidad a Licaón y le sirven como cena las entrañas de un niño que, según las fuentes, se trataba de un huésped de Licaón, del hijo menor del rey o bien de su nieto.

Por último, otros autores se hacen eco de una posible condonación: cada nueve años, los que no se hubiesen alimentado de carne humana, podían retornar a su forma original. Observamos que la mayoría de las versiones otorgan a las criaturas ciertos dones o posibilidades durante un tiempo limitado y en determinadas condiciones que, si no se respetan, les imposibilita volver a su estado originario.
Así, en el Satiricón de Petronio, el soldado transformado en lobo, tras orinar formando un círculo alrededor de su ropa —el cual le servirá de guía—, seguirá siendo lobo si no la encuentra. El círculo mágico se usa para mantener al lobo en el camino de regreso a la forma humana: poder encontrar su ropa le otorga explícitamente esta posibilidad.

Por otra parte, el lobo es el animal que aparece con más frecuencia en las tradiciones de metamorfosis. Contamos con los relatos sobre Apolo Licio, adorado en muchas partes de Grecia, de quien se creía que, en ocasiones, asumía la forma de lobo, y con el testimonio sobre Latona, la madre de Apolo y Ártemis, quien llegó a Delos en forma de loba.

Leto o Latona era la madre de Apolo y de Diana, a quienes tuvo con Júpiter.
Por su parte, Heródoto transmite que los neuros, vecinos de los escitas, una vez al año se transformaban en lobos durante unos días y luego retomaban su forma humana. Diodoro de Sicilia en su Biblioteca histórica anota que el primer hombre lobo fue el dios egipcio Osiris, quien regresó de los infiernos bajo la forma de un lobo para combatir al monstruo Tifón.

En la misma línea, Ovidio describe los hechizos de Medea relacionados con la licantropía y se puede mencionar también la conversión en lobos de los compañeros de Ulises por obra de Circe.

Ulises en el palacio de Circe
Otros testimonios incluyen la narración de Virgilio sobre el hechicero Meris, capaz de transformarse voluntariamente en lobo, o la de Petronio en el Satiricón, donde se recoge la mutación en lobo de un soldado.

A todo ello hay que sumar algunas evidencias romanas adicionales, como la historia de Rómulo y Remo, amamantados por una loba, la festividad romana de las Lupercalias, la cofradía de los Hirpi Sorani, etc.

Las Lupercalias o Lupercales, cuyo nombre deriva de lupus, eran una antigua fiesta romana de purificación, celebrada durante el mes de febrero en honor del dios Pan Liceo, conocido también como Fauno Luperco. Su historia, de posible origen arcadio, está estrechamente ligada a la fundación de la ciudad, razón por la cual sus devotos, llamados luperci, tras realizar un sacrificio en la gruta Lupercal del Palatino, donde fueron hallados Rómulo y Remo, corrían semidesnudos por las calles de la ciudad azotando a todo el que encontraban a su paso con correas hechas con la piel de las cabras que habían sacrificado.

Si bien el rito acabó asociándose también con la idea de fecundidad y los cultos ctónicos, en su origen se trataría claramente de un rito de purificación de la ciudad en el que los jóvenes, identificados con machos cabríos, ahuyentaban las fuerzas que amenazaban la supervivencia del rebaño, en especial los lobos.

El misterioso culto de los hirpi Sorani o “lobos de Sorano” entra también dentro de la categoría de los ritos de purificación. Esta festividad tenía lugar en el monte Soracte de Roma, donde se erguía el templo de Feronia, deidad sabina del inframundo y esposa del dios-lobo.

Los sacerdotes vinculados a Soranus se relacionan con Apolo Licio en cuanto que formaban un tipo de hermandad de guerreros-pastores a los que frecuentemente se denomina Lykaios/Lykaia.

Como vemos, la literatura antigua es profusa en el tratamiento del tema, lo que nos permite comprobar hasta qué punto la leyenda de los hombres lobo era popular.

Referencias
Real Torres, C. (2024). Figuras de alteridad en la narrativa contemporánea. La reescritura del mito del licántropo en Lycaon de Guillermo Tato. En Luis Unceta Gómez y Cristina Salcedo González (eds.) (2024). Clasicismo e identidades contemporáneas. Recepciones clásicas en la cultura de masas. Madrid – Las Palmas de Gran Canaria, Catarata- ULPGC Servicio de Publicaciones, 100-122. ISBN 978-84-1067-061-7

