Una bella mujer que vestía el mismo manto que Aristóteles caminaba por las antiguas calles de Alejandría, abriéndose paso entre los sabios de su época. En un hecho anacrónico, en pleno siglo V, se la escuchó decir:
“Defiende tu derecho a pensar porque incluso pensar de manera errónea es mejor que no pensar”.
Esa mujer fue Hipatia (Ὑπατία, S.IV-V) uno de los referentes en la filosofía antigua, una mujer que ocupó un lugar de prestigio en su época y una de las pocas figuras femeninas que ha conservado la Historia de la Ciencia hasta nuestros días.
Hipatia era natural de Alejandría (Egipto), ciudad fundada en el año 332 a.C., que fue tomada como colonia romana unos siglos después, consolidándose como centro intelectual del Imperio y acogiendo a diversas comunidades de judíos, cristianos y paganos provenientes de diferentes lugares.
Alejandría favoreció el desarrollo de importantes legados de la Antigüedad en los que intervinieron mujeres, como es el caso de Hipatia, que encuentra su vocación en la corriente filosófica neoplatónica a la que, entre los siglos III y VI, una gran cantidad de mujeres se dedicaron a su estudio. Hipatia, hija de Teón, creció en un contexto violento de conflictos sociales, recibiendo una educación exquisita, estimulada por su padre (como pocas mujeres de su época). Estudió matemáticas, astronomía, mecánica, lógica y filosofía. Escribió textos para sus estudiantes, que lamentablemente no se han conservado, llegando a fundar su propia academia en su casa, que pronto se convirtió en un reconocido centro de instrucción donde acudían estudiantes de diferentes regiones. Muchos ocupaban importantes cargos políticos y eclesiásticos, y otros lo harían años después como está documentado en algunas cartas de su discípulo Sinesio de Cirene.
Nuestra heroína formaba parte de la élite pagana fiel a sus antiguas ideas y ejerció una notable influencia en la política y la cultura de Alejandría, lo que, sin duda, fue el detonante de su muerte en el año 415 a manos de una turba de fanáticos religiosos, quienes, bajo la acusación de brujería, descuartizaron su cuerpo y lo arrastraron por toda la ciudad. Este cruel asesinato –símbolo de la decadencia de una cultura, del dominio de la fe cristiana por sobre las creencias paganas o de una historia de persecución hacia las mujeres– marcó para muchos un hito en los estudios de las relaciones entre ciencia y género, y marcó, asimismo, el ocaso de la cultura pagana en el mundo.

Aunque muy pocos nombres de mujeres han perdurado como el de ella, la realidad es que han existido muchas otras como, por ejemplo, Theano (s.VI a.C.), filósofa y discípula de Pitágoras, la astrónoma Aglaonice de Tesalia (s.V a.C.), famosa por predecir eclipses con bastante exactitud, o la romana Metrodora, la primera mujer en escribir un importante tratado ginecológico, quienes, con mayor o menor dificultad, lograron ejercer su profesión. El motivo de esto es consensuado por los especialistas: no es solo una cuestión de acceso al conocimiento, también de negación hacia sus trabajos, sus logros y su existencia.
No olvidemos que la ciencia es una actividad humana y colectiva por lo que su desarrollo ha estado marcado por el contexto histórico y cultural desde sus inicios. Así, las prácticas de las primeras filósofas naturales fueron notablemente restringidas por las relaciones sociales y los pensamientos propios de la mitología que justificaban el patriarcado establecido.
Reconstruir el pasado de muchas mujeres ignoradas u olvidadas, sin pretender acercarlas a los valores masculinos instaurados, es una forma de continuar construyendo la Historia de la Ciencia desde un nuevo punto de vista.

Reblogueó esto en HUMANIDADES Y NTICS.
Me gustaMe gusta
Gracias por esta entrada, me ha animado a buscar más de su historia.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Me alegro. Gracias a ti. Un saludo.
Me gustaMe gusta