Una inmersión en el mundo alterado de lo etílico

Señor de ménades generosas y sátiros irrefrenables, de largos cortejos llenos de vida en los que lo humano se animaliza, Dioniso parece deambular fuera de lo habitual, en esos márgenes que marcan lo salvaje, lo aparentemente ajeno, acechándonos con una mirada jocosa mientras desliza por nuestras gargantas una alteridad de la que se hace eco nuestra conciencia.

Nosotros, bebedores incansables de mitos, ingerimos el líquido que nos posee, penetrando en nuestro interior, transportándonos a territorios que antaño se imaginaban sagrados, donde el dios, desde el fondo del vaso, observaba atentamente a cualquiera que osara apurar la copa.

Solo a esos insensatos se revelaba la enigmática cara de Dioniso mirando de frente, con unos ojos más hipnóticos cuanto mayor era el grado de ingestión alcohólica.

Así ocurría en las copas usadas en los famosos symposia, adornadas con imágenes que solo se vislumbraban con claridad al acercar los labios al vaso, mientras que la escena principal se dibujaba en el medallón del fondo, colocada de tal modo que sólo se conseguía ver completamente cuando se había apurado todo el líquido y el brebaje había hecho ya su efecto. La experiencia visual quedaba potenciada por la ingestión del vino y las imágenes cobraban una realidad difícil de imaginar en todas sus consecuencias.

Copa de Dioniso

Pongamos como ejemplo una notable copa ática de figuras negras del Museo Ashmoleano de Oxford (nº1974.344) en la que la fuerza significativa del symposion aparece figurada casi como en un compendio.

Interior de la copa de Oxford. Ashmolean Museum nº 1974.344

En la copa seis varones (con largos vestidos que los feminizan) parecen tumbarse en la misma tierra, en lo que parece un jardín-viñedo, en el seno de un festival dionisiaco más multitudinario. Gozan de un banquete campestre del vino, presente físicamente en la copa que lleva en sus manos el personaje de la parte superior, simbolizado en las parras cargadas de frutos que rodean toda la imagen del interior del vaso.

Exterior de la copa de Oxford. Ashmolean Museum nº 1974.344

En el exterior del vaso dos cabezas de silenos parecen mirar fijamente al que toma la copa por las asas, aunque cuando se sitúa la copa un poco más lejos, como parece hacer el bebedor de la parte superior de la escena interior, los que fijan la mirada son ahora los grandes ojos hipnóticos que no parecen ser otros que los de la divinidad imaginada que preside toda la ceremonia: Dioniso.

El pie de la copa lo forma un aparato genital masculino, uno de los atributos variopintos del dios, en un juego de humor que indica que la erótica también está presente en estos banquetes.

Resulta bien difícil agotar los significados atribuibles a estos vasos, pensados para ser mirados de muchas maneras y en muchos estados diversos de conciencia. Una vez que se ha apurado toda la copa, y después de que el líquido al descender haya descubierto primero las vides (el mundo natural), luego los nobles tumbados gozando de la música y la conversación (el mundo terreno-humano), se revela en el medallón la cara barbada de Gorgo, máscara de la muerte, resumen del profundo simbolismo presente en el beber mirando.

Gorgo en la copa de Madrid MAN nº 10910

Gorgo, el de la cara barbada, cuya mirada no puede sostenerse, fija la vista en el bebedor. Dioniso y Gorgo se entrelazan en el lenguaje terrible de la mirada frontal, se equiparan en ese límite que marca la conciencia alterada, que nos guía en el reino indeterminado del imaginario dios del éxtasis.

Las imágenes que portaba la copa atañían a lo personal, a esa relación sin testigos entre el dios del vino y el bebedor, resultando un ejemplo de mito en acción.

10 comentarios en “Una inmersión en el mundo alterado de lo etílico

  1. pura maria garcia dijo:

    Carolina, un texto riguroso y, a la vez, psicológico, poético y antropológico…Te lleva a pensar que, ya desde los inicios del tiempo, provoquemos la posibilidad de ver con deformidad la realidad, que juguemos con la percepción según necesitemos (o creamos necesitar), con medios naturales del pensamiento o medios artificiales, externos a nosotros. Dionisio nos demuestra algo que choca, y complementa el paradigma de que «es necesario tomar distancia para ver la realidad de un modo más objetivo»: hay veces que solo impregnándonos, dejándonos llevar, caer de lleno en la realidad y sus tentaciones, podemos vislumbrarla.
    Y ¿por qué no seguir a Dionisio, en ocasiones, y alejarnos de él, en otras? Estoy sonriendo.
    Un abrazo

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