Mitos sobre el nacimiento de la vid y el descubrimiento del vino

Sabemos que en torno al vino se desarrolló en la Antigüedad un culto divino que derivó en numerosas manifestaciones artísticas, y en tradiciones y festividades que con el tiempo desaparecieron o bien fueron reconvertidas en celebraciones cristianas, como es el caso de las famosas Saturnales romanas de las que hemos hablado recientemente.

Pero ¿cuál es el origen del vino? ¿cómo surge la vid, esa planta milagrosa que tantas alegrías ha traído al género humano?

Recordemos que el carácter ritual y sagrado del vino se debe a que en Grecia se consideraba un regalo de Dioniso, divinidad asiática importada por los griegos y conocida en Roma con el nombre de Baco.

Pero veamos cómo descubrió el dios la vid y cómo aprendió a elaborar el vino.

Sátiro le da una uva a Dioniso (niño). Vaso. s.I a.C. Italia

Existen varias versiones de cómo Dioniso conoció el vino. Según una de ellas, fue durante uno de sus numerosos viajes, a su regreso de Asia, acompañado de todo su séquito y portando todos los símbolos que lo caracterizan.

Triunfo de Baco. Sárcofago romano. 260-270- Metropolitan Museum de NY

Un segundo mito nos cuenta más detalles sobre cómo el dios conoció la vid a través de su hijo Estáfilo, nacido de su unión con Ariadna, la bella princesa cretense hija del rey Minos.

Detalle de una crátera con la representación de Dioniso y Ariadna, en el Museo del Louvre de París (400-375 a. C.)

Un día, estando Estáfilo pastoreando su rebaño de cabras, vio cómo una, tras comerse unos extraños frutos en forma de racimo, se mostraba más contenta que el resto del rebaño. Extrañado, Estáfilo le llevó un racimo al rey Eneo de Calidón, que decidió exprimir el fruto y probar el zumo resultante. De ahí al botellón sólo había un paso.

Estáfilo, cuyo nombre significa «racimo» en griego, y Eneo, que significa «el hombre del vino» y de donde procede el de la ciencia que estudia el vino: la enología, son un ejemplo de la relación continuada entre el mito y nuestra lengua.

A la izquierda, Estáfilo. Relieve s.IV a.C. A la derecha, Eneo con capa y cetro. Lecito ático de fondo blanco. Ca. 500 a.C (Múnich)

En otra versión del mito, Estáfilo, que reinaba en Asia junto a su esposa Methe y su hijo Botrys, tras un banquete en honor a Dioniso, murió a raíz de una gran resaca producida por la ingesta de vino. Como compensación, el dios bautizó los racimos de uvas como stáphylos, al líquido alcohólico y a la borrachera como methe y a la uva como botrys. Cuando los científicos del s.XIX vieron a través de sus microscopios una bacteria con una cola de la que surgían unos nódulos con aspecto de uvas la llamaron estafilococo.

El hongo botrytis, que afecta a las uvas en la vid y crea las condiciones favorables para la producción de determinados vinos, le debe su nombre a Botris.

Un tercer y trágico mito relata cómo el joven Ámpelo, cuyo nombre significa «cepa de vid», un sátiro, amigo y amante de Dioniso, murió acometido por un toro. Los lamentos de Dioniso llegaron a conmover a los dioses, quienes devolvieron la vida al cuerpo del joven, que de inmediato echó raíces convirtiéndose en una rama de vid. Dioniso apretujó con las manos sus frutos y goteó un zumo de la misma dulzura de la ambrosía, que producía embriaguez: el vino había hecho su primera aparición sobre la tierra.

Izquierda: Ampelo precipitato dal toro. Jan Miel (1599-1664). Derecha: Bacco e Ampelo. Fotografía de una estatua romana conservada en la Galleria de los Uffizi, Florencia

Según otra versión de este mito, el dios le había confiado a Ámpelo una parra que colgaba de las ramas de un olmo. El joven se había subido al árbol para cosechar el fruto de la vid, pero perdió el equilibrio y murió de la caída. Dioniso quiso honrar su memoria dando su nombre a la vid y convirtiendo a su joven amante en la estrella Vindemiatrix de la constelación de Virgo, conocida también como la Vendimiadora o la que anuncia el inicio de la vendimia.

Vindemiatrix “La Vendimiadora” (la que anuncia el inicio de la vendimia) es la cuarta estrella más brillante de la constelación Virgo (apodada «La Doncella»)

Un cuarto y último mito cuenta que Dioniso encontró un día una delicada planta, recién nacida, que apenas tenía unos brotes verdes, y para protegerla la metió en un hueso de pájaro. Pronto el débil tallo creció y viendo Dioniso que el recipiente que tenía era insuficiente, la metió en un hueso mayor, esta vez de león, para trasladarla con posterioridad a un fémur de asno. Pasado un tiempo, la planta dio su fruto: la uva, y el dios, interesado por su hallazgo, descubrió el modo de transformar las uvas en vino, producto que reunía las cualidades de los seres que la habían soportado como recipiente: alegría, fuerza y estupidez.

Por ello, y desde entonces, al que se le va la mano bebiendo, adquiere las dos primeras cualidades, pues disfruta en un primer momento de la alegría de los pájaros y de la audacia de los leones, pero pronto, si abusa de continuo, se embrutece y se debilita convirtiéndose en un asno de dos patas.

Ilustración de Baco. Hendrick Goltzius (Dutch, Mühlbracht 1558-1617 Haarlem)

En resumen, la figura del dios, así como el descubrimiento del vino o el origen de la vid han inspirado varios relatos míticos y representaciones artísticas. Se trata, al fin y al cabo, de un personaje recurrente en otras civilizaciones y religiones, adoptando diferentes formas y reflejándose, por ejemplo, en la figura de Jesucristo de la religión cristiana, cuya sangre representa el vino en la eucaristía.

Sus atributos como la hoja de parra, racimos de uvas, el tirso, un carro tirado por leopardos u otros animales exóticos, seguidores depravados con furibundas erecciones, mujeres que danzan, ánforas repletas de vino… la idea dionisíaca aportó mucho al mundo.

La importancia de este nuevo dios se deja sentir aún entre nosotros.

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