El mal que nos consume

Casi todos pensamos que agotamiento es algo que puede curarse con una semana en la playa, pero pronto nos damos cuenta de que eso no funciona, que, en cuanto volvemos a la rutina, las pequeñas tareas cotidianas nos desbordan creando en nosotros una sensación de insatisfacción y ansiedad permanente. Yo misma me descubro cada noche repasando mentalmente qué tareas he realizado y cuántas me quedan pendientes.

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Hay un término científico para el estrés y el agotamiento que nos acompaña cada día: burnout” (también conocido como “síndrome del trabajador quemado” o “síndrome de desgaste profesional”), cuya característica más notable es no tener sensación de logro al terminar algo importante. Tal como lo describe la escritora Anne Helen Petersen, en su libro Can’t Even: How Millennials Became the Burnout Generation («Cómo los millennials se convirtieron en la generación del agotamiento»), es el sentimiento de estar exhausto de la vida misma, ya sea por ansiedad, carga de trabajo o distracciones, sin poder liberarte de la compulsión nerviosa de seguir adelante.

Los efectos que suelen acompañar este síndrome son ansiedad, insomnio, conflictos interpersonales, bajo desempeño laboral, menor creatividad, etc. 

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Según Petersen, “parte de la razón por la que las personas trabajan todo el tiempo es que les aterroriza lo que sucedería si no lo hicieran. Y lo que les aterroriza es la precariedad, no tener ningún tipo de respaldo ni ningún tipo de red de seguridad».

Aunque se considera el burnout como una condición que afecta principalmente a los Millennials, el síndrome no es nuevo. Fue diagnosticado por primera vez en 1974 por el psicólogo Herbert Freudenberger, quien lo asignó a casos de colapso físico o mental causado por exceso de trabajo o estrés. Aunque su traducción literal es “agotamiento”, el burnout va más allá, ya que es sentirse exhausto, pero no detenerse, y seguir así por más tiempo, años incluso.

Burnout + confinamiento = ?

Sobrellevar esta situación durante una pandemia no es tarea sencilla, porque si algo nos ha traído el COVID-19 ha sido el uso, tal vez excesivo, de contenido online al convertirse en la fuente principal de nuestra información, entretenimiento e interacción.

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Esta necesidad de consumir una gran cantidad de contenidos durante la mayor parte del día toma un giro oscuro cuando la mayoría de la información que circula son malas noticias. Es muy posible que la gran mayoría de los contenidos que recibimos sean negativos, estresantes o deprimentes. No obstante, debido a nuestros patrones de consumo de contenidos, ya establecidos desde antes de la pandemia, y la suma de estos eventos, continuamos desplazándonos a través de este cluster de noticias. A esto se le llama “doomscrolling o doomsurfing, y podría estar afectando a nuestra salud mental más de lo que nos percatamos.

En una época de incertidumbre como la que vivimos actualmente, la información es uno de nuestros mecanismos más básicos de defensa. Estar informados nos hace sentir seguros, pero forma en la que la información es presentada y cómo acceden a ella los usuarios ha cambiado significativamente en los últimos 15 0 20 años. Estos cambios tienen un efecto de detrimento en la salud mental de las personas.

Las noticias actualmente se vuelven cada vez más visuales e impresionantes. Estar expuestos constantemente puede ser una experiencia intensa y causar síntomas como estrés, problemas para dormir, humor voluble, comportamiento agresivo, depresión o hasta estrés post-traumático.

¿Por qué es tan difícil dejar de navegar por este océano de noticias negativas?

Aproximación a la infoxicación, ansiedad y sobrecarga informativa: una  problemática que atraviesa a nuestros profesionales bibliotecarios y su  entorno laboral. – IFT
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Además de ser entretenido, el cerebro humano está diseñado para poner atención a noticias que nos asustan o nos agitan, a este principio se le llama sesgo negativo. El cerebro humano se siente atraído por la información problemática ya que está programado para detectar amenazas, no obviarlas.

La prioridad de mantenernos informados es innegable, así como la necesidad de seguir trabajando, pero para mantener nuestra capacidad de pensamiento crítico y la estabilidad mental para superar un estado de crisis prolongado es necesario otorgarle al cuidado de la salud mental un lugar más alto en la escala de prioridades. Mantener hábitos de consumos de noticias más saludables, sería, sin duda, un buen primer paso.

8 comentarios en “El mal que nos consume

  1. ceres8100 dijo:

    Es cierto que nos bombardean a diario con noticias tristes e impactantes hasta el punto de que nos acostumbramos y nos volvemos insensibles, pero no dudo que todo eso va calando en nuestro inconsciente y haciéndonos daño, poco a poco, casi sin darnos cuenta. Interesante. Un saludo.

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