Sobre el pensamiento filosófico y lo femenino

¡Así muráis! Nunca me hartaré de odiar a las 
mujeres, aunque se me diga que siempre estoy con lo 
mismo, pues puede asegurarse que nunca dejan de hacer 
el mal. ¡O que alguien las enseñe a ser sensatas o que se 
me permita seguir insultándolas siempre! 
(Eurípides, Hipólito)

En palabras de María Luisa Femenías, en su artículo «Releyendo a Aristóteles desde la teoría de género» (Revista LAGUNA, 10, 2002: 105), -se dice que toda mujer que emprende la tarea de filosofar debe formularse, al menos, algunas de las siguientes preguntas: ¿Qué es la historia de la filosofía? ¿Qué importancia tiene en ella el supuesto de género? ¿Por qué, si como creía René Descartes, el bon sens es lo mejor repartido entre los humanos, históricamente, sólo los varones se han dedicado a la filosofía? O, como sostenía Manuel García Morente, «la filosofía no es cosa de mujeres», porque, según afirmaba, «algo debe haber en la estructura misma del alma femenina, que se opone a que la mujer sienta gusto y afán por el ejercicio de la meditación filosófica»-.

Opiniones similares salpican los estudios sobre filosofía antigua y siguen introduciendo cualquier obra moderna sobre el tema. Sin embargo, son abundantes los nombres femeninos que forman parte de la historia de esta ciencia. Prueba de ello son los numerosos ensayos bibliográficos que abarcan desde la escuela pitagórica hasta el siglo XX: un ejemplo conocido es la Historia Mulierum Philosopharum, de Gilles Ménage, obra del siglo XVII que todavía se usa como fuente; a ésta le siguieron otras como Women Philosophers, de Ethel M. Kersey, que contiene más de 150 nombres, o A History of Women Philosophers, a cargo de Mary Ellen Whaite, en cuatro volúmenes, que abarca desde el siglo VI a.C. hasta nuestros días; otras como Women Philosophers of the Early Modern Period, de Margaret Atherton, constituyen antologías de textos originales. Todos estos estudios han venido a crear una especie de historia de la filosofía paralela, escrita en femenino.

El feminismo filosófico tiene inclusive su símbolo: Hypatia (o Hypatía), matemática y filósofa de Alejandría de orientación neoplatónica que floreció en el siglo V de nuestra era y murió en el año 415 a manos de cristianos que aparentemente se ensañaron con ella durante una revuelta de origen religioso. Fue, como se ha dicho, una mártir al revés (¿Habrá tenido la condición de mártir alguna influencia subconsciente para elegirla como símbolo?). La revista más reconocida que se dedica al feminismo filosófico lleva su nombre. Una de las últimas obras sobre el tema, Hypatia’s Daughters. Fifteen Hundred Years of Women Philosophers (Indiana: University Press, 1996), libro colectivo, refuerza las investigaciones históricas realizadas en este ámbito y muestra la proliferación bibliográfica que ha originado.

Podríamos intentar proyectar luz sobre cómo se ha ido construyendo una compleja imagen de la mujer, desde la Antigüedad griega hasta nuestros días, en un entramado ideológico que la ha excluido del ámbito del poder y de la filosofía, le ha restado importancia histórica y la ha caracterizado como un ser pasivo e inferior desde el origen de las ciencias, tanto en la biología como en la ontología aristotélica. Si bien, hoy en día, puede parecer que la mujer se ha liberado en gran medida del lastre con el que ha cargado tradicionalmente, el trabajo de siglos de filósofos e historiadores sigue pesando y contribuyendo a la idea estereotipada que tenemos del género femenino, aunque lo asumamos de modo inconsciente. Si (y no lo podemos dudar) la antigua Grecia estableció las bases de nuestra cultura actual en todos los ámbitos y esferas del saber, también lo hizo en cuanto a los roles de género; esto es, en cuanto a las virtudes y defectos que se esperan de los individuos en tanto que varones o en tanto que mujeres. Lo que no tenemos tan claro son las intenciones con las que los autores clásicos crearon su obra, que ha sobrevivido a todas las épocas y censuras, y que, por tanto, ha sido interpretada innumerables veces, siempre desde un prisma particular.

Pero no podemos olvidar que los textos clásicos conservados no han sido en ningún caso escritos por mujeres, sino que forman parte del ideario masculino de la época, en concreto, del de un cierto tipo de hombre: aquel que fue ciudadano de pleno derecho en las antiguas polis griegas, textos, a su vez, dirigidos a un público masculino. Por ello, la imagen de la mujer que presentan es más bien una representación sesgada de un sector restringido y no una descripción fiel de lo que la mujer fue. Es más, podemos afirmar que lo femenino es en sí una construcción cultural masculina.

En efecto, la invisibilidad histórica de las mujeres ha imperado hasta nuestros días (en los que se está llevando a cabo una ingente cantidad de investigaciones sobre el papel de la mujer en diferentes ámbitos, como, por ejemplo, en su contribución -hasta ahora desconocida- a los grandes descubrimientos científicos). Digamos que el sector femenino de la población siempre ha formado parte de la historia de los vencidos, aquélla que no se ha escrito nunca. Tanto es así que los sucesos considerados «históricos» se relacionan con aspectos como la guerra, las luchas políticas y sociales, las dinastías reales, los cambios económicos que, aunque, sin duda, han afectado siempre a la vida de las mujeres, raramente han sido protagonizados por ellas.

Una última reflexión me lleva a destacar que, a la escasa relevancia femenina en estos ámbitos, se une una actitud misógina, que podemos encontrar disuelta en los textos y otras manifestaciones culturales, desde la mitología hasta la religión, y desde la filosofía hasta la propia ciencia. Debemos agradecérselo principalmente a Hesíodo (ca. 700 a.C.), que nos ha mostrado mejor que nadie los arquetipos femeninos mitológicos, en concreto el de Pandora, la primera mujer y el origen del mal, y el de las indómitas Amazonas, mujeres al margen de la ley y las buenas costumbres; a los escritos de Platón (ca. 427 347 a.C.), de los que se dice que toda la filosofía ulterior podría ser una nota a pie de página, y -cómo no- a la influyente y durante siglos indiscutible filosofía de Aristóteles (384 – 322 a.C.).

Gracias a todos ellos por hacernos invisibles.

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4 comentarios en “Sobre el pensamiento filosófico y lo femenino

  1. hechoderetazos dijo:

    Parece como si hubiera una idea, germen, o tendencia primigenia que se expandió a la mayoría de las culturas desde los mismos comienzos de la humanidad: la consideración de la mujer como ser inferior.
    Y, efectivamente, la cultura griega, en tantos aspectos admirable, no fue diferente en esto. Abundando en citas, también Eurípides, en su Hipólito, hace decir a Fedra: “Mi acción y mi pasión, bien lo veía, eran infames; y a más, sabía que era mujer, ser odiado por todos.

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  2. julioaguilarweb dijo:

    Hola, Carolina,
    Juraría que había dejado aquí ayer un breve Comentario en el que te decía que más tarde, hoy por ejemplo, te comentaría algo más sobre este artículo.
    No lo veo. Es igual. Sigo: en tu irónica frase final se resume todo. Así ha sido, en Filosofía y en todo lo demás (y sigue siéndolo ahora mismo en la mayor parte del mundo).
    Un abrazo

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