La mujer y el vino: un tabú en la sociedad grecorromana

Desde el origen de la humanidad, el poderoso encanto que ha ejercido sobre el hombre ese lado oscuro, ambiguo y, a la vez, fascinante de la naturaleza femenina, le ha llevado a ver en la mujer al elemento irracional e imprevisible que debía ser controlado.

Las distintas situaciones de sumisión femenina, que se han venido produciendo desde entonces, nos muestran hasta qué punto la consideración social de la mujer desde la Antigüedad se ha medído por el número de prohibiciones y el rigor de los castigos que la rodean. Las mujeres no sólo han sido diferentes por naturaleza, sino naturalmente inferiores.

Entre estas viejas creencias y supersticiones encontramos una curiosa analogía entre el significado original del término «tabú», relativo a la prohibición de comer o tocar algún objeto, y una antigua costumbre romana que impedía a las mujeres beber vino y tener acceso a las llaves de la bodega. La infracción de esta norma la mayoría de las veces suponía la muerte.

¿El resultado? Mujeres condenadas a morir de hambre, mujeres asesinadas a golpes, o, en el mejor de los casos, mujeres repudiadas. Valga como ejemplo el testimonio de Plinio el Viejo, escritor latino que plasma en su Historia Natural las viejas tradiciones romanas:

En Roma no se permitía a las mujeres beber. Encontramos que entre las historias de las mujeres, la de Egnacio Mecenio fue asesinada por su esposo a golpes porque había bebido vino de una tinaja, y fue absuelto del asesinato por Rómulo. Favius Pictor, en sus Anales, escribió que una mujer la forzaron los suyos a morir de hambre por tomar las bolsas donde estaban las llaves de la bodega. Caton dijo que era uso besar los parientes a las mujeres para notarles el olor al vino Temeto. A partir del cual la palabra temulentia (embriaguez). Ceneo Domitius el juez, a una mujer por haber bebido sin que su marido lo supiera, más de su salud hizo, la condenó a la pérdida de su dote. Tiempos en que fue muy barato en Roma el vino (N.H., XIV 2. Trad. Gredos)

La dureza con que esta falta era castigada ha despertado la curiosidad de los investigadores. Unos equiparándola con el aborto, otros con el adulterio, consideran este acto de libertad femenina como una violación de los derechos del hombre, puesto que obstaculizaba la principal función de la mujer tanto en el marco de la familia como en la estructura social.

Una de las hipótesis que se baraja es la que atribuye la prohibición a las propiedades abortivas o anticonceptivas del vino, la cual queda descartada por el valor terapéutico del mismo y su inclusión en numerosos remedios femeninos.

Otra es la asociación del sexo y el vino en la figura femenina, reflejo de su inclinación a la promiscuidad sexual y la embriaguez, que fue institucionalizada en Roma con la imagen de las Bacantes, perfectamente retratadas por Eurípides como esos seres «distintos», susceptibles siempre de caer en el exceso y en el salvajismo.

Detalle de la pintura de la tapa de un lekanis
de cerámica ática de figuras rojas:
Penteo desgarrado por Ino y Ágave.
Ca. 450 – 425 a. C. Museo del Louvre.

Una explicación menos compleja nos remite al mal comportamiento que provoca el vino en las mujeres, por lo que dicha prohibición correspondería a una forma más de control preventivo de la moral familiar y social sobre la que se sustentaba la ciudad de Roma.

La última hipótesis obedece a la creencia de que el vino, como sustitutivo de la sangre, posee el principio de la vida y concede al que lo bebe propiedades regenerativas y adivinatorias. El vino que se ofrecía a los dioses en forma de libación llegó a identificarse con la propia divinidad, adquiriendo así sus cualidades sobrenaturales: la inmortalidad y el poder de vaticinio. Los antiguos consideraban que la unión de lo humano y lo divino estaba reservada a los hombres y la participación femenina en estas prácticas se consideraba un acto de salvajismo, de ahí que la prohibición de beber vino se extendiera a todas las circunstancias, trascendiendo la esfera de lo público a lo privado.

Imagen relacionada

Escena de libación, copa de figuras rojas, hacia el 480 a. C., Museo del Louvre.

Observamos que en el fondo de estos intentos por justificar la gravedad de los castigos se establece un paralelismo entre la asociación del vino y la sangre en los conjuros mágicos y la asociación de dichas prácticas con faltas morales como el aborto o el adulterio.

Las distintas justificaciones que se han dado desde el punto social, médico y religioso ocultan lo que, en realidad, era una forma de control sobre la mujer, un rechazo a todo lo que implicara una anulación de las distinciones familiares y sociales entre ambos sexos.

Es evidente que estas limitaciones reflejan un fondo de creencias, mitos y supersticiones propias de una cultura que tiende a reducir lo que no comprende con curiosas etiquetas y prohibiciones, convirtiendo en tabú lo que representaba la antítesis de la rígida moral social y familiar de la antigua Roma.

 

Referencias

Real Torres, C. (1995)  «Un tabú en la sociedad grecorromana: la mujer y el vino«, Fortunatae: Revista canaria de filología, cultura y humanidades clásicas, 7, 301-310.

 

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11 comentarios en “La mujer y el vino: un tabú en la sociedad grecorromana

  1. julioaguilarweb dijo:

    Buenas noches, Carolina,
    ¡Uff!, acabo de perder las dos o tres líneas que ya te había escrito. Bien, veo que, afortunadamente, sigues alternando tus artículos «informáticos» con estos otros de Humanidades.
    No obstante, yo tengo una pregunta para las mujeres que se entusiasman por la Antigüedad grecolatina: ¿Saben qué rol muy secundario estaban obligadas a representar, a vivir (lo de «vivir» suena a broma impertinente) las personas de su sexo?
    Espero que, a pesar de tu actividad académica, no seas súbdita de este lamentable masoquismo (algo que estaba escrito en mi artículo de «La lechuza» titulado «Un ensayo incómodo : amor conveniencia y eugenesia», pero que por esas cosas de la economía de espacio y otras que me callo no pudo salir.
    Oye, es que simplemente con leer lo tuyo del vino y las mujeres en la antigua Roma es suficiente. Aunque he tomado unas notas manuscritas de tu artículo, ya basta, las manecillas avanzan y con ellas mi dolor por lo que te leo no sólo en el post (o como se llame), sino también en tu artículo de la revista que te ha servido de guía.
    Banoa ohera (me voy a la cama).
    Saludos cordiales

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  2. CAROLINA REAL TORRES dijo:

    Supongo que tengo un lado masoquista al estudiar la situación de la mujer en la Antigüedad, que, aunque parezca mentira, no se diferencia tanto de la actual a pesar del paso del tiempo. Me encantaría leer tu artículo sobre «amor conveniencia y eugenesia». Seguro que no tiene desperdicio. Un afectuoso saludo.

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