¿Por qué necesitamos entornos de aprendizaje flexibles?

Cuando las personas piensan en un entorno de aprendizaje flexible, a menudo piensan sólo en el espacio físico, pero hay mucho más en un entorno de aprendizaje flexible que solo el plano físico o el mobiliario.

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Las estructuras educativas tradicionales en nuestras escuelas son en general inhibidores del progreso: nuestros horarios, nuestros espacios físicos, los patrones de agrupación del alumnado y la configuración del personal. A medida que trabajamos para proporcionar un mayor experiencia de aprendizaje personalizado para nuestros estudiantes, encontramos que el espacio físico está limitando nuestra capacidad para hacerlo.

¿Qué es un ambiente de aprendizaje flexible?

Si bien es cierto que el espacio es flexible por naturaleza, hay mucho más para un entorno de aprendizaje flexible que solo el plano físico o las opciones de mobiliario. Los entornos de aprendizaje flexibles implican que la escuela adapta el uso de recursos como el personal, el espacio, el agrupamiento del alumnado y el tiempo para una mejor personalización de la enseñanza.

Las nuevas comunidades de aprendizaje ofrecen flexibilidad adicional, creando espacios para grupos heterogéneos de diferentes tamaños, con pequeñas salas separadas para que los grupos de estudiantes puedan trabajar en colaboración. Algunos ejemplos de lo que podría suceder en los espacios pequeños incluyen actividades como círculos literarios, resolución de problemas, trabajo autónomo o trabajo colaborativo en una presentación grupal, una sesión de repaso o de ampliación de los contenidos, etc.

Un entorno flexible incluye también la posibilidad de abrir el espacio para reunir a todos los estudiantes en gran grupo para actividades comunes, como pueden ser  conferencias, presentaciones grupales o celebraciones educativas con la comunidad.

En un aula tradicional con cuatro paredes, estamos restringidos por esas cuatro paredes. Pero en un entorno flexible tendríamos un montón de paredes, que, a la manera de paneles móviles, se pueden abrir y cerrar para que podamos adaptar el espacio a lo que necesitemos en cualquier momento, en lugar de que el espacio dicte lo que podemos hacer. Así se acabarían las frustraciones a la hora de reservar espacios comunes cuando intentamos hacer algo fuera de «lo normal».

Hay mucho más en un entorno de aprendizaje flexible que el espacio físico. La flexibilidad se extiende al uso del tiempo.

Crear un bloque de tiempo flexible supone revisar el cronograma, acortar o alargar las clases, incluir una franja horaria para un orador invitado o cualquier otra actividad como, por ejemplo, talleres específicos para reforzar habilidades. Estos bloques de tiempo también podrían utilizarse para establecer conexiones explícitas entre las disciplinas, para trabajar en proyectos comunes de múltiples materias, lo que ayudaría a los estudiantes a personalizar su camino de aprendizaje, hacer conexiones entre disciplinas y tener opciones en su aprendizaje.

Una agrupación flexible favorece el aprendizaje inclusivo

Tradicionalmente el alumnado se organiza en gran grupo al comienzo del curso, y esa agrupación no cambia. Esto supone que todos los estudiantes son iguales y necesitan exactamente las mismas oportunidades de aprendizaje. Sin embargo, sabemos que cada estudiante es único, por lo que este modelo tiene sus limitaciones.

¿Un ambiente de aprendizaje flexible mejora la interdisciplinariedad?

En un entorno de aprendizaje flexible, los estudiantes tienen más probabilidades de establecer conexiones entre las materias, desarrollando su capacidad de ver el mundo en su conjunto y, de esta manera, escapar al establecimiento de asignaturas desconectadas que se remonta al siglo XIX.

Igualmente la planificación interdisciplinaria permitiría al profesorado desarrollar un lenguaje común para las habilidades que trascienden las áreas temáticas. Aprenderíamos unos de otros y el nivel de transparencia nos alentaría a trabajar al más alto nivel posible.

Cuando se trabaja de manera colaborativa, los beneficios son sustanciales: aumenta nuestra efectividad, mejora el rendimiento y la toma de decisiones, y, en definitiva, adquirimos un sentido de responsabilidad colectiva por el aprendizaje de todos los estudiantes.

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