La leyenda del grifo

Los fósiles constituyen uno de los documentos más auténticos que nos permiten fundar en sólidas bases la verdadera historia de los organismos, suministrándonos preciosos datos sobre representantes de ramas animales desaparecidas. El pensamiento paleontológico temprano, que se remonta a los antiguos griegos, interpretaba los fósiles como restos de organismos que vivieron en otras épocas, lo que demuestra la gran percepción que sobre ellos tenían los antiguos. El descubrimiento de grandes huesos, a los que se les atribuía un origen mágico o divino, pudo haber sido fuente de inspiración de muchos mitos, algunos los cuales encierran verdades paleozoológicas significativas.

La interpretación de los fósiles como restos de organismos que vivieron en otras épocas supuso la primera revolución científica en la historia de la paleontología. El mundo antiguo disponía de una verdadera riqueza de fósiles de vertebrados, la mayoría de ellos de grandes mamíferos del Mioceno, Plioceno y Pleistoceno, cuyo hallazgo se registra en numerosos textos que se han conservado hasta hoy, constituyendo las primeras especulaciones paleontológicas sobre el pasado de la naturaleza.

Prueba de ello son los templos y lugares de culto como los primeros museos paleontológicos de la historia, donde grandes colecciones de huesos se atesoraban y exhibían como reliquias de un pasado mítico. Un ejemplo sería el Samotherium o «Bestia de Samos» de la isla de Samos en Grecia, especie extinta de jirafa prehistórica desaparecida desde el Mioceno, que fue descubierta al norte de la isla en un lugar conocido popularmente como el «Cementerio de los elefantes».

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El cráneo de un Samotherium es retratado en un antiguo jarrón griego como un monstruo con el que el héroe Heracles está luchando.

Otro caso que llama nuestra atención es la leyenda del grifo, animal exótico de la tradición oral antigua que se caracteriza por presentar una singular combinación de rasgos de ave y mamífero. Aunque siempre se creyó por parte de historiadores, arqueólogos y zoólogos que el grifo era simplemente una criatura simbólica, podemos considerarlo el primer caso documentado de un intento de visualizar un animal prehistórico a partir de sus restos fósiles.

En la identificación de los grifos con los restos prehistóricos de dinosaurios juega un papel fundamental el testimonio de los autores clásicos, quienes nos describen una curiosa raza de pájaros de cuatro patas. Como efectivamente se ha demostrado, estos esqueletos pertenecían a dinosaurios que combinaban rasgos propios de las aves y los mamíferos.

Los esqueletos del protoceratops, una especie de dinosaurio originario de Asia central (Mongolia), de aproximadamente dos metros de altura, cuyo pico a un observador inexperto podría parecerle el de un ave, debieron sorprender la mente de nuestros antepasados creando en su imaginería monstruos inexistentes.

«La ciencia aún no conocía la existencia de los dinosaurios en aquella época y lógicamente los habitantes de la región atribuyeron aquéllas huellas a «aves gigantes»»

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Un sátiro, un grifo y un arimaspos | Wikipedia

La leyenda de los grifos guardianes de oro aparece en Grecia en torno al 675 a.C., atribuyéndose su origen a los mineros escitas que atravesaban el desierto de Gobi en busca de este ansiado metal. Escitia era una importante región productora de oro que hoy en día comprende partes del noroeste de Mongolia y China, del sur de Siberia y del sureste de Kazajstán. Los desiertos que rodean esta región han sido los campos auríferos más ricos, como prueba, por ejemplo, el descubrimiento que hicieron los arqueólogos rusos de más de cien minas de oro que habían sido explotadas aproximadamente desde 1500 a.C.

La proximidad entre los yacimientos de fósiles y los yacimientos de oro condujo a la noción de que los grifos vigilaban los intentos de aproximarse a dicho metal. Recordemos, asimismo, que el hábito de las aves de recolectar objetos brillantes, como el oro, para su nido, era bien conocido por los antiguos observadores de las aves.

El paisaje desértico de arenas rojizas, propio de la región de Escitia, en contraste con los grandes huesos que asomaban de la tierra, unidos a los numerosos cadáveres de animales y restos humanos de viajeros, eran prueba suficiente del enorme peligro que encerraba el desierto y de los monstruos que allí habitaban. Las leyendas sobre estas increíbles criaturas proliferaron a partir de entonces, y griegos y romanos las transmitieron diseminadas en obras de historiadores, viajeros y poetas.

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El grifo es el ejemplo más antiguo que se conoce de un monstruo legendario cuya huella se puede rastrear hasta los restos de dinosaurios.

Referencias

Real Torres, C. (2014), «Fuentes clásicas para el estudio de la prehistoria: la leyenda del grifo«, Fortunatae. Revista canaria de Filología, cultura y humanidades, Universidad de La Laguna, 25, 461-473.

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