La evaluación mejora el aprendizaje

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En el ámbito escolar la evaluación se suele asociar con el proceso de examinar y poner nota a los conocimientos de los estudiantes. Quizá por eso despierta tanto recelo entre nuestro alumnado, familias e incluso docentes, hasta el punto de que no son pocas las voces que abogan por desterrarla definitivamente de los Centros escolares. Lo que muchos desconocen es que, además de ser un medio para comprobar lo aprendido, la evaluación es un potente medio para aprender.

A mediados de la década de los 70, una revisión de la literatura puso de relieve que el acto de recuperar la información almacenada en la memoria favorece su aprendizaje (Bjork, 1975). Desde entonces, el efecto de la evaluación (o “testing effect”, en inglés) ha sido objeto de estudio en innumerables ocasiones y la evidencia recogida hasta el momento apunta de forma consistente en la misma dirección: evaluar a los alumnos/as propicia un mejor aprendizaje y recuerdo posterior de lo aprendido que otras técnicas de estudio más populares (Adesope y cols., 2017; Bangert y cols., 1991; Roediger y cols, 2006; Rohrer y cols., 2010). De hecho, en contra de lo que la intuición nos pueda dictar, el hecho de enfrentarse a una evaluación tiene más beneficios en el aprendizaje que leer la materia una y otra vez.

A favor de los exámenes están los modelos educativos que creen en promocionar la competitividad entre los estudiantes, y medir y controlar lo que sabe el alumnado. Defienden los exámenes porque creen que ayuda a los estudiantes a desarrollar su personalidad, confianza y su interés en estudiar. Asimismo, los exámenes ofrecen al alumnado el poder de desarrollar las cualidades que necesitan para la vida, es decir: el esfuerzo y la paciencia, entre otros. Los que defienden los exámenes, dicen que, sin ellos, nada motivaría a los alumnos y alumnas a aprender, y no prestarían atención en clase.

En este artículo del New York TimesWhat Do School Tests Measure?, la profesora Sandra Stotsky, escribía que «Tests covering what students were expected to learn (guided by an agreed-upon curriculum) serve a useful purpose — to provide evidence of student effort, of student learning, of what teachers taught, and of what teachers may have failed to teach», confirmando la utilidad de los exámenes como evidencia real del esfuerzo y aprendizaje del estudiante, y, curiosamente, «de lo que los maestros enseñaron y de lo que los maestros pudieron no haber enseñado«.

Recientemente, Adesope y colaboradores (2017) han realizado un meta-análisis sobre el efecto de la evaluación. Su trabajo de revisión incorpora una serie de mejoras en relación a los anteriores como, por ejemplo, la inclusión de los estudios más recientes o el uso de técnicas de análisis más sofisticadas que permiten una interpretación de los datos más completa y rigurosa. Por todo ello, las conclusiones a las que llega son especialmente relevantes. En primer lugar, los resultados confirman que realizar evaluaciones favorece el aprendizaje. Este efecto es moderado si se compara con otras estrategias de estudio, como la relectura, y es mucho mayor cuando se compara con no hacer nada. En relación al formato de las tareas de evaluación empleadas, se observa que el recuerdo libre, el recuerdo con pistas, las preguntas de selección múltiple y las preguntas de respuestas cortas son las estrategias que conducen a beneficios mayores. Por ello, lo más adecuado es que el docente decida en cada caso qué formato usar en función del tipo de aprendizaje (por ejemplo, preguntas de selección múltiple para retener hechos y preguntas de respuesta corta para contenidos más abstractos y conceptuales). Además, los beneficios de aprendizaje son mayores si el formato de las pruebas finales coincide con el de las pruebas de repaso y también si se combinan diferentes tipos de tarea durante ambos tipos de prueba. Este último resultado justifica una vez más el empleo de diferentes tipos de tarea en función de la materia objeto de aprendizaje. En relación al feedback, los autores concluyen que los beneficios de la evaluación son prácticamente iguales tanto si el alumnado recibe retroalimentación sobre su rendimiento durante las pruebas de repaso como si no. Y, por tanto, recomiendan la evaluación incluso cuando no existe la opción de dar feedback. La evaluación es también eficaz independientemente del intervalo de tiempo que transcurra entre las pruebas de repaso y las finales, aunque las mejoras son mayores si este lapso de tiempo es de 1 a 6 días que si es inferior a 1 día. Y también lo es al margen del nivel académico en el que se encuentren los alumnos/as. Curiosamente, es preferible que los estudiantes realicen una única prueba de repaso a que realicen varias. Luego, en principio, una pequeña inversión de tiempo es suficiente para obtener mejoras. Por último, al igual que en revisiones previas, este meta-análisis muestra que los efectos de la evaluación se producen tanto en contextos artificiales como en aulas reales.

¿Por qué la evaluación está tan infravalorada en relación a otras estrategias de aprendizaje como la relectura, tan valorada por muchos estudiantes? La relectura de un texto puede propiciar un sentido de familiaridad con el mismo que nos conduce a la falsa sensación de estar aprendiendo (Bjork y cols., 2011). Sin embargo, este aprendizaje es superficial y se traduce en un rendimiento pobre a largo plazo (Roediger et al., 2006). Por el contrario, la evaluación posibilita unas condiciones de aprendizaje que, aunque aparentemente crean cierta dificultad, permiten un aprendizaje más flexible y duradero. Pero hay otras razones que pueden explicar la mala fama de la evaluación. Por un lado, hay voces que apuntan al estrés que puede causar en los estudiantes una exposición frecuente a evaluaciones. Por otro lado, algunos críticos también apuntan a que la evaluación puede quitar tiempo para hacer otras actividades o para usar el material didáctico de una forma más creativa. Sin embargo, como apuntan Roediger y colaboradores (2006), si los alumnos/as no han alcanzado un dominio básico de la materia, difícilmente van a poder pensar de forma crítica y creativa sobre la misma. Además, como explican estos autores, hay muchas formas de integrar la práctica de la evaluación en el aula sin interrumpir la rutina de trabajo habitual.

En síntesis, la evidencia demuestra de forma robusta que la evaluación es una herramienta muy valiosa para favorecer el aprendizaje a largo plazo. Los numerosos estudios que se han hecho muestran, además, que los beneficios de la evaluación se mantienen con independencia de la edad y nivel educativo de los aprendices, así como del tipo y complejidad de la materia.

A la luz de estos resultados, ¿hay razones suficientes para que los Centros escolares no mantengan o incorporen la evaluación en sus aulas como práctica habitual?

Referencias.

Adesope, O. O. – Trevisan, D. A. –  Sundararajan, N. (2017), «Rethinking the Use of Tests: A Meta-Analysis of Practice Testing«, Review of Educational Research, 87, pp. 1-43.

Bangert-Drowns, R. L. – Kulik, J.A. – Kulik, C. L. C. (1991), «Effects of frequent classroom testing«, Journal of Educational Research, 85, pp. 89-99.

Bjork, R. A. (1975), «Retrieval as a memory modifier«, In R. Solso (ed.), Information processing and cognition: The Loyola Symposium, Hillsdale, NJ, Erlbaum, pp. 123-144.

Roediger, H.L. – Karpicke, J. D. (2006), «The Power of Testing Memory: Basic Research and Implications for Educational Practice«, Perspectives on Psychological Science, 1, pp. 181-210.

Rohrer D. – Pashler, H. (2010), «Recent research in human learning challenges conventional instructional strategies», Educational Research, 39, pp. 406-412.

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Fuente: Cuaderno de cultura científica.

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11 comentarios en “La evaluación mejora el aprendizaje

  1. CAROLINA REAL TORRES dijo:

    La evaluación ha sido siempre un instrumento indispensable para valorar el grado de aprendizaje de nuestro alumnado y, de paso, para valorar la eficacia del sistema educativo. Mientras no haya otro sistema más adecuado para calcular estos resultados, los exámenes continuarán presentes.

    Creo que evaluamos para mejorar. No olvidemos que los docentes también somos objeto de evaluación como un engranaje más del sistema educativo, así que podríamos preguntarnos ¿dejarán de examinarnos algún día?

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  2. hecate797 dijo:

    Yo también me siento evaluada constantemente ¡y pensar que cuando acabé la carrera creí que con ello se acababan los exámenes! ¡Qué equivocación! Nunca nos libraremos de las evaluaciones, ni los docentes ni los alumnos. Otro tema es si sirven para algo, además de crear un estado permanente de tensión.

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  3. hispanofiliasite dijo:

    Yo creo que aprender nada tiene que ver con los exámenes, ni con aprobar ni con sacar buenas notas. Yo he vivido en carne propia la injusticia de las notas finales y no siempre he estado de acuerdo con la opinión de los profesores. Creo que deberían interesarse más por lo que aprendemos y por enseñarnos a prender por nosotros mismos.

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  4. CAROLINA REAL TORRES dijo:

    Está claro que los exámenes son parte de un modelo tradicional de enseñanza en el que la información se transmite de forma lineal al alumnado y que nuestra propia experiencia hace que equiparemos la evaluación al acto de calificar. Sabemos, sin embargo, que los exámenes no son la única manera de evaluar el aprendizaje, sino que existen multitud de formas de evaluar, como, por ejemplo, muchas de las actividades que propongo. Por otra parte, y aunque parece una obviedad, nunca está de más recordar que nuestro objetivo como docentes es la calidad del aprendizaje de nuestros alumnos y alumnas, y que no sólo importa lo que estudian, sino también cómo estudian. Superar exámenes y sacar buenas calificaciones no debería ser nunca el objetivo.

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